19 de julio de 2021-Amigos de siempre

(Foto de Tyler Nix)

Hace poco, experimenté el valor de una amistad duradera. Cené probablemente con mi amigo más antiguo. Le conozco desde hace casi cincuenta años y hemos pasado por muchas cosas juntos. Era profesor sustituto mientras esperaba para empezar los estudios de posgrado. Hacía poco que me había casado y enseñaba Matemáticas en una escuela de Flushing, Nueva York. De algún modo, nos hicimos amigos, quejándonos de las exigencias que se nos imponían y de algunos alumnos irrespetuosos y difíciles de enseñar. Cuando me fui a la escuela de posgrado, mantuvimos el contacto y salíamos los tres juntos. Recuerdo especialmente que estuvo en nuestro apartamento la noche de uno de los apagones de Nueva York y aún no sé cómo llegó a casa aquella noche.

Mi mujer y yo nos trasladamos a Florida mientras él se quedó en Nueva York. Siempre le veíamos cuando íbamos de visita o cuando venía a Florida. Años después de mudarnos, él también se trasladó al condado de Broward y nos reuníamos periódicamente. Aunque nuestras vidas habían tomado rumbos distintos, mantuvimos el contacto y seguiríamos quedando hasta que tener una familia tuvo prioridad. Trabajó para algunas empresas de TI y luego se convirtió en profesor online para varias universidades diferentes.

Huelga decir que nuestras vidas tomaron rumbos distintos. Él se convirtió en un trotamundos, conociendo y haciendo amigos por todo el mundo. Mi mujer y yo formamos una familia y yo me centré en construir una consulta de grupo de salud mental de calidad. Pero aun así, sacábamos tiempo para vernos. Aunque no consigo verle tanto como me gustaría, seguimos cenando de vez en cuando. A medida que he ido envejeciendo, mi mujer ha fallecido y mis hijos han crecido, nadie me conoce tan bien a mí ni a mi historia como él. Nos reunimos y hablamos de hoy y de cómo éramos cuando éramos más jóvenes. Nadie más ha visto los cambios que se han producido en mí a lo largo de cincuenta años. Nadie más conoce nuestras experiencias compartidas del pasado. Es triste, pero me alegro de tener la oportunidad de compartir esos recuerdos con otra persona que estuvo allí.

Hay que valorar las viejas amistades. Son algo más que ser amigos. Son como lecciones de historia, pero experiencias muy personales. Son ventanas a tu pasado y te recuerdan quién eras antes de convertirte en quien eres hoy. Aunque sigo teniendo a mi hermano, nadie más comprende las luchas y la diversión que tenía cuando era mucho más joven. Nuestras cenas periódicas me recuerdan que el vínculo entre nosotros sigue siendo fuerte. Estoy agradecido por esta relación.